domingo, 1 de mayo de 2016

Cinco años sin el predicador David Wilkerson


Hace cinco años, un gran profeta de Dios, David Wilkerson, partió hacia la gloria, y de manera muy trágica. Él podía haber sido asesinado todavía en su juventud, en Nueva York, Estados Unidos, pero el Señor lo preservó soberanamente hasta el 27 de abril de 2011. Al colidir con un gran vehículo, en una carretera texana, hermano Dave continuó su viaje —pero en otro medio de transporte, el de Dios—, hasta llegar al cielo y encontrarse con Jesucristo.

Sus escritos me han influido desde que empecé a predicar la Palabra de Dios, a los dieciocho años. Me recuerdo de un día, en 1989, donde un hermano muy experimentado y veterano se sentó cerca de mí y, con lágrimas en los ojos, dijo: “Muchacho, tu eres un predicador y necesita leer esta obra”. Él entonces me regaló con un libro de Wilkerson en portugués, todo desgastado y subrayado: Toca a Trombeta em Sião. Percibí, mientras leía esta obra, que el hermano Dave no era un teólogo, exégeta o erudito, pero un profeta del Altísimo.

Blogs y sitios web noticiaron la muerte de ese predicador con riquezas de detalles, incluso mencionando su trayectoria y sus obras, como La Cruz y el Puñal, que narra la sorprendente conversión de Nick Cruz. El periódico en línea The Christian Post notició así el accidente: “Times Square Church Founder David Wilkerson Dies in Crash”. Y divulgó una nota de la familia: “Agradecemos las oraciones, y nuestros corazones están tristes. Sin embargo, nos alegramos por haber conocido David Wilkerson, que pasó su vida bien”.

¿No podía Dios haber librado de la muerte a quien ya había escapado de ella varias veces? ¿Y por qué él tuve de partir de modo tan trágico? Aunque haya promesas de libramiento a los creyentes fieles (2 Samuel 22.49; Salmos 18.48; 34.7), estamos sujetos a morir de modo violento (Mateo 14.1-12). El propio Señor Jesús afirmó: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquél que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10.28).

Al salvo lo más importante es morir “en Cristo” (1 Tesalonicenses 4.16). La manera de morir para el cristiano se cambia sin valor cuando se lleva en cuenta textos bíblicos como 1 Corintios 15.51-53 y 2 Corintios 5.1-4, pasajes que enfatizan la transformación de nuestro cuerpo en el día del Rapto de la Iglesia. Por supuesto, el apóstol Pablo, que, según la tradición, había sido decapitado, afirmó: “para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1.21).

Que Dios siempre conforte la familia de David Wilkerson, profeta del Altísimo, que partió hacia la gloria hace cinco años, de modo muy trágico. Lo importante es que él dejó imitadores, así como Pablo, el paradigma de todos los que siguen a Jesucristo (1 Corintios 11.1). Como dijo Job, “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1.21). 
El Señor nos ha dado profetas, y Él los ha tomado de nosotros.

Ciro Sanches Zibordi

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